Durante todos mis años en el mundo laboral he trabajado en empresas de diferente índole y en puestos muy diversos, con unas responsabilidades y unas tareas variadas en las que siempre intentaba dar lo máximo de mí, tanto física como mentalmente, pero echando la vista atrás me doy cuenta que en ningún puesto de trabajo, y cuando digo ninguno es ninguno, me ha hecho conocerme tanto a mí mismo como el trading.
La profesión de trader me ha hecho descubrir mis fortalezas y mis defectos, ha conseguido que descubra los límites de mi paciencia, de mis nervios y ha conseguido, de una vez por todas, que consiga esa fuerza de voluntad y esa constancia que tanto necesitaba en mi vida.
Reconozco que me he vuelto mejor persona, más paciente, menos preocupado por las cosas inverosímiles de la vida, más centrado en lo que realmente quiero y me gusta y me ha hecho aprender el valor real del tiempo. Digo tiempo y no dinero, porque aunque el dinero sea básico y esencial para esta profesión, el tiempo llega a tener mucho más valor. Y es que es muy cierta la frase que escuché un día: “Quiero hacerme trader para comprar tiempo”.
De todos modos, comprar tiempo tiene un precio muy caro que debemos pagar todos los que nos hemos metido en este mundo, sin excepción. Un coste que mucha gente no está dispuesta a pagar, no quiere o finalmente no puede, aunque bien vale la pena pagar con dinero, con tiempo y con esfuerzo lo que luego nos permitirá vivir como realmente queremos.
Siempre se dice que el mercado es más poderoso que nosotros y que nos va a devorar si no luchamos con él, pero los traders no debemos luchar contra el mercado, si no contra nosotros mismos, porque es nuestra mente y nuestras emociones las que hacen que ganemos o perdamos, que arriesguemos más o menos o que seamos más avariciosos y lo perdamos todo.
En definitiva, llegues o no a ser trader, si por lo menos lo intentas, verás como tu vida da un cambio, para mejor, que no esperabas.
Y recuerda:
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